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Foto del escritorarbitro que yo compré

Adiós leyenda

Aplaudido, en la cancha y rodeado de sus grandes rivales, pero también amigos. Esos que compartirán un lugar en la cima del tenis por toda la eternidad, porque cuando empieza a caer el telón de una era tan brillante en el deporte, comenzaremos a evocar a las leyendas, de las cuales nunca podrá hablarse de uno solo sin nombrar a los otros dos. No se podrá hablar de Federer sin recordar épicas finales ante Nadal y Nole; no se podrá hablar de Rafa sin nombrar a los otros dos grandes, y mucho menos a Nole, que se hizo de un lugar en la conversación y se colocó como un gigante en tierra de gigantes.

Una noche londinense de muchas emociones, donde lo de menos era el torneo y quién ganara. Todos queríamos ver a Roger Federer al menos una vez más, para agradecerle por más de 20 años de arte en las canchas, por esas victorias épicas en los 20 grand slams y 103 torneos de la ATP que ganó en su carrera, por esos días memorables, por esas épicas batallas.




Y lo tomaban mientras Andy Murray estaba en juego. Ahí, junto a Rafa, su criptonita, con quien él quiso terminar su carrera. Se reía mucho. Se notaba ansioso, nervioso, pero emocionado como el niño que va por primera vez a la cancha. Más tarde, ya en la pista, disfrutaba de ver el ambiente que había generado.

Todo fueron ovaciones, desde el momento de su presentación. Era un torneo "oficial", pero más parecía un homenaje a un ídolo mundial. Los primeros puntos, el nervio del principio, poco a poco se fueron asentando. ¿Roger y Rafa habrán jugado dobles alguna vez? no lo parecía realmente, pero ¿Qué importaba? era maravilloso verlos juntos.

El saque intacto, el revés tan elegante como siempre, y esa derecha plástica ahí estaban ¿Por qué no sigues jugando por siempre Roger?. Ganaron el primer set, los puntos avanzaban. Avanzaba el segundo, y Federer mantenía su servicio para poner a su equipo arriba 5-4, y en ese momento escribí a mi amigo Manuel, tan fan como yo de "su majestad" "Acabamos de ver el último juego de saque de RF amigo" - le dije- sabiendo que lo que venga serán exhibiciones y probablemente el tour de leyendas.





El tiebreak del segundo set, el desempate para declarar el ganador. Los puntos avanzaban, y mientras eso ocurría, aparecía Myrka, su esposa y cómplice. Esa que siempre estuvo en la esquina, en los momentos más felices y en las caídas más duras. Y no podía ser de otra manera: con cada punto, las emociones aumentaban al borde de las lágrimas. Myrka compartía ese momento con su esposo, sabiendo como nadie todo lo que tuvo que pasar para poder estar en su última noche como jugador profesional.

El match terminó con derrota. Largo abrazo con Rafa, con su equipo y con todos los integrantes del rival. Qué honor para esos jugadores que pudieron estar en la cancha de la arena O2 abrazando a su ídolo, porque eso es Roger, el ídolo de muchos. Después las lágrimas, los discursos y los aplausos.

Y detrás de todo, el llanto de Rafa, quien solía estar del otro lado de la red en esos momentos, y de inmediato se viene el recuerdo de la final que ganó Rafa en Wimbledon 2008, considerado por muchos el mejor partido de la historia; o la de Australia en 2017, ganada por el suizo, y las tantas veces que Rafa derrotó a Roger en París: "me conmuevo porque veo el reflejo de lo que pronto vendrá para mi" -alcanzó a declarar Nadal- aún emocionado.





Y Nole, el tercero en discordia, expresando menos las emociones, pero seguramente con la mente puesta en esas grandes finales, particulamente esa de Wimbledon en 2019 donde sabe que Roger debió ganar, y que solo su fortaleza mental pudo sacar adelante un partido que tenía perdido.







Y yo, que fui su seguidor desde el día que lo vi jugar por primera vez; aquella mañana de julio de 2001 en Wimbledon. Era tan solo un joven de pelo castaño con el cabello medio largo y una banda en la cabeza que, al menos yo, no había escuchado nombrar nunca, y enfrentaba a quien era mi jugador favorito: Pete Sampras, que ya se encontraba en la parte final de su legendaria carrera.

Sampras lo había ganado 7 veces, 4 consecutivas; Sampras tenía el récord de más semanas en la cima del ranking; Sampras también tenía el récord de más títulos de grand Slam... Sampras jugaba en el patio de su casa y este joven Suizo parecía ser una víctima más.

Casi 4 horas después estaba maravillado. El joven ya no era un desconocido. Su nombre no lo olvidaría nunca: Roger Federer. Recuerdo que lo primero que dije fue: Este va a ser bueno. 5 sets bastaron para descubrir al mejor jugador que vi en mi vida, ese día sabía que tendría un jugador favorito después del gran "pistol Pete." No ganó Wimbledon ese año, pero ya había sembrado una semilla que germinaría abundantemente.

Quién diría que aquel joven suizo se estaría despidiendo, 20 años después, como uno de los 3 jugadores más grandes de todos los tiempos. Por mi mente también pasaban esas hazañas, no solo contra Nadal y Nole, sino también, esos juegos contra Andy Murray, tanto en Wimbledon como en Londres 2012; o esa final australiana contra Marin Cilic en 2018, o esas lágrimas cuando finalmente pudo ganar un Roland Garros al ganar la final a Robin Söderling.



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A diferencia de Nadal que es un ganador nato, con una fortaleza mental como ninguna otra, Roger fue un iluminado, digamos que fue de esos jugadores que no debían esforzarse demasiado para ganar. En muchas ocasiones parecía que sus golpes iban teledirigidos como si fueran juegos de video, con una estética única, un toque exquisito, diferente de la potencia de Rafa o la tenacidad de Djokovic.





Gracias Roger, gracias por tanto. Gracias por tu arte, por tu elegancia, por tu deportividad. Gracias por hacerme amar -aún más- el tenis, gracias.

Durante la transmisión, José Luis Clerc, comentarista de ESPN decía: "no hay que estar tristes, más bien debemos estar agradecidos por haber sido testigos de esta ilustre carrera." Por lo menos para quien esto escribe -y para Luis Alfredo Álvarez, autor de la frase- "no hay nadie, pero nadie más grande que Roger Federer."


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